Después de tanto rodeo necesario llegamos al meollo, a la parte más interesante del análisis de la película y a todo lo bueno que se le puede sacar a un director que, a pesar de los experimentos que últimamente ha estado llevando a cabo, como ‘Redacted‘ (2007), una película sobre la guerra de Irak, rodada de forma que al espectador le hace partícipe de ver todo el drama a través del ojo de una cerradura (de nuevo el tema del voyeurismo), parece que ya ha dado todo lo bueno que tenía que dar. De todo lo bueno nos quedamos con su primera etapa, aquella entre finales de los 70 y principios de los 80, donde rueda ‘Carrie‘ (1977) y ‘Vestida para matar‘ (1980), y de ahí hasta principios de los 90, con sus famosos thrillers ‘Scarface‘ (‘El precio del poder‘, 1983), ‘Los Intocables de Elliot Ness‘ (1988), o ‘Carlito’s way‘ (‘Atrapado por su pasado‘, 1993).
A continuación expongo la lectura formal y temática de ‘Vestida para matar’, así como su valoración diseccionada en partes. La lectura es bastante interesante.
Tratamiento formal
El tratamiento formal que se le ha dado a la historia se debe analizar desde varios puntos de vista: en primer lugar cabría hablar del género en el que se enmarca la película. En este caso no cabe duda de que se trata de un thriller o, dicho de otra forma, una película de suspense, una trama policíaca en la que existe un asesinato y una posterior búsqueda del asesino. Se dan persecuciones y escenas con un alto contenido de tensión a la que se somete el espectador.
El estilo es psicológico, ya que el argumento gira en torno a la psicología de unos personajes marcados claramente por unos desequilibrios mentales, como pueden ser la insatisfacción sexual de la víctima, que acude al psiquiatra para pedir consejo, o el mismo psiquiatra, que resulta ser un asesino con un trastorno de doble personalidad muy complejo.
El tono de la película puede considerarse realista, ya que no encontramos ningún elemento sobrenatural ni nada que se le parezca. En algunos momentos de la película encontramos situaciones que no se darían en la vida real, pero no porque sean totalmente imposibles, sino tan sólo porque lo consideramos poco probables. Un ejemplo es la escena en la que un taxista accede de buen grado a protagonizar una huida que puede costarle la vida, tan sólo porque se lo pide la protagonista.
En este aspecto también cabe señalar el tono onírico que se dan en dos secuencias al principio y al final de la película. Se trata de los sueños de la Sra. Miller y de la Sta. Blake respectivamente. El director crea este tono onírico a través de la fotografía, el ambiente vaporoso y las mismas acciones que realizan los personajes.
Recursos formales
Si hay algo que caracteriza a esta película es la influencia de Hitchcock y, sobre todo, de su película Psicosis (1960). Brian de Palma se sirve de recursos muy similares a los del director británico, e incluso le homenajea en escenas casi calcadas.
La primera secuencia se desarrolla en una ducha y parece casi un anticipo de lo que vamos a ver: un homenaje a Psicosis. Durante el desarrollo de esta escena observamos el tema del voyerismo, algo muy presente en la filmografía hitchcockiana. Por otra parte, en cuanto al tratamiento formal cabe destacar el uso de la fotografía para crear un entorno onírico que subraya el hecho de que lo que está viendo el espectador es una fantasía erótica de la protagonista. Podemos observar el uso de primeros planos que destacan la expresión de placer de la Sra. Miller en la ducha, recreándose con la visión de su marido que, tan sólo vestido con una toalla alrededor de la cintura, podemos ver afeitándose frente a un espejo, imagen rodada con planos generales desde distintos puntos: un plano subjetivo desde la ducha (desde el punto de vista de la Sra. Miller) y otro plano general que recoge al Sr. Miller afeitándose y a su mujer en segundo término dentro de la ducha rodeada de vapor. Los primeros planos que usa De Palma también recogen detalles de la forma lasciva en que se está enjabonando la Sra. Miller, que insinúan una masturbación.
El voyeurismo hitchcockiano al que hacíamos referencia dos párrafos más arriba se puede intuir si interpretamos el primer travelling de la película desde el salón de la casa del matrimonio hasta su cuarto de baño, como si fuera el espectador el que incurre a hurtadillas dentro de la intimidad del matrimonio y se convirtiese en un espía, en un voyeur.
Otra escena digna de reseñar es la que se desarrolla dentro del MOMA de Nueva York, la cual parece un préstamo del clásico de Hitchcock, Vértigo. Además de esto, la escena está repleta de detalles que convierten un mero escarceo en una secuencia repleta de suspense. Se nos presenta como el juego del ratón y el gato entre la Sra. Miller y su a posteriori amante. Detalles como el juego de miradas a través de planos cortos, la música, la alternancia de planos subjetivos y objetivos, etc. Todo ello hace que el espectador se angustie, como si la escena le provocara una premonición: esto va a acabar mal.
El asesinato de la Sra. Miller nos recuerda al del personaje que interpreta Janet Leigh en Psicosis, ya que está rodado con planos muy parecidos, casi calcados. Planos cortos del arma homicida, planos detalle de las zonas acuchilladas, planos subjetivos desde el punto de vista de la víctima, etc. En lugar de una ducha, el asesinato de la Sra. Miller tiene lugar en otro lugar pequeño, claustrofóbico y con pocas posibilidades de huida: un ascensor.
Otra película de Hitchcock presente en Vestida para matar es La ventana indiscreta (1954). El asesino hace de voyeur espiando con unos prismáticos a su víctima mientras se desnuda en la ventana. Aparte de este homenaje, cabe mencionar un rasgo estilístico propio de De Palma y que ha repetido en numerosas películas suyas, siendo imitado posteriormente. Se trata de la pantalla partida: en el lado derecho de la pantalla podemos ver al asesino acechando a su víctima, espiándola con unos prismáticos mientras se desnuda. En el otro lado de la pantalla vemos al doctor escuchando unos mensajes misteriosos en el contestador automático. A través del uso del montaje paralelo también vemos en el mismo lado de la pantalla a la víctima en su casa, sin saber que está siendo espiada.
Quizás podemos observar cierta semejanza entre la escena del sueño de Liz Blake al final de la película y Los Pájaros, de Hitchcock, por la semejanza entre los locos del manicomio y una bandada de pájaros observando la escena. Aparte de esta vaga similitud, también cabe destacar de esta escena el ambiente onírico construido. El manicomio se nos presenta como un lugar siniestro, oscuro, iluminado con una irreal luz azulada, a la vez que vemos focos que ciegan al espectador, incomodándole, reforzando la sensación de inquietud que transmite la escena. Como sabremos posteriormente, se trata de un sueño, que culmina en casa de Peter Miller, mientras Liz Blake se está tomando una ducha. El asesino, tras haberse escapado del manicomio va a buscar a la Srta. Blake para asesinarla, suponemos que a modo de venganza.
La última escena de la película es otra que se desarrolla en la ducha, por si no hubiera quedado claro el paralelismo de Vestida para matar con Psicosis. Incluso el asesino de la película de De Palma también padece un trastorno de doble personalidad y se disfraza de mujer para matar, tal y como hace Norman Bates en Psicosis. También De Palma incluye una escena con un experto explicando la patología del asesino al final de la película.
¿Homenaje, tributo, plagio...?
A pesar de las particularidades de las escenas comentadas más arriba, la iluminación resulta más que nada funcional, aunque quizás tenga ciertas influencias del cine negro, con marcados claroscuros en escenas puntuales.
En cuanto al montaje, lo más significativo que encontramos en la película es el ya comentado recurso original de De Palma que consiste en dividir la pantalla en dos para mostrarnos dos acciones simultáneamente. También podemos destacar la sucesión rápida de planos en ciertas escenas que subrayan la angustia del momento: por ejemplo en el asesinato de la Sra. Miller, o en el intento de asesinato por parte del Dr. Elliott en el desenlace de la película.
Lectura temática
Se puede decir que el tema central de la película, de forma muy general, es el sexo. Al respecto cabe destacar que las conductas sexuales de los personajes son castigadas de un modo u otro. Para justificarlo y concretar más un tema tan genérico, lo dividimos en varias facetas que trata la película:
La transexualidad del asesino es un tema muy importante, el cual está tratado como si fuera una patología psicológica que consiste en una doble personalidad del individuo. Hoy en día no entendemos la transexualidad de ese modo, pero es posible que la sociedad de 1980 tuviera esa concepción, en nuestra opinión, errónea. Esta conducta es castigada, posiblemente, con el psiquiátrico y una herida de bala, ya que la doble personalidad del asesino es la que lo lleva a matar.
La infidelidad es tocada en la película de forma breve, y como consecuencia de una insatisfacción sexual del personaje, la cual le provoca cierta promiscuidad castigada en la película de dos maneras: cuando Kate Miller tiene la aventura con un desconocido, éste le transmite una enfermedad venérea y, al excitar a su psiquiatra, éste la asesina.
El voyeurismo es otro tema relacionado con el sexo y es una constante en toda la película que podemos ver en varios personajes: el asesino espía de forma obscena a su víctima, la Srta. Blake; la Sra. Miller tiene una fantasía sexual en la cual se excita mirando a su marido medio desnudo; Peter Miller también espía, pero no con fines sexuales, sino en su investigación para atrapar al asesino.
El trato que se hace a la mujer en la película es reseñable debido al debate que provocó en su día, sobre todo entre los círculos feministas, ya que consideran que se describen a las mujeres de la película como “ávidas de abuso físico, como si esa humillación, dolor y brutalidad fueran esenciales en su sexualidad”, por lo que consideran a la película una “obra maestra de la misoginia”. Charles Lyons en su obra Movie censorship and American Culture nos cuenta la reacción de dichas asociaciones tras el estreno de la película. En concreto, la asociación WAVPM (Women Against Violence in Pornography and Media) distribuía en San Francisco un folleto de protesta que rezaba así:
<<From the insidious combination of violence and sexuality in this promotional material, to scene after scene of women raped, killed, or nearly killed, [Brian De Palma’s] “Dressed to Kill” is a master work of misogyny. If this film succeeds, killing women may become the greatest turn-on of the Eighties! Join our protests!>>
Según esta asociación (encabezada por las activistas Dorchen Leidhodt y Stephanie Rones), hay tres escenas dentro de esta película que son particularmente atroces contra las mujeres: una es la violación de la Sra. Miller, la cual tiene lugar en sueños, es decir, es la violación que sufre por parte de su marido al truncarse la fantasía sexual de la primera escena; otra es el asesinato de la Sra. Miller, durante el cual podemos explícitamente cómo el asesino raja literalmente la mano de la víctima cuando ésta intenta cubrirse; la última es la escena necrofílica tras su asesinato, en el ascensor. Además de estas atrocidades esta asociación también se queja de la imagen que la película da de la mujer, insinuando que la humillación, el dolor y la brutalidad son parte esencial de su sexualidad.
La presión que ejerce toda asociación contra algún producto audiovisual, como lo es la película de De Palma, es considerada por Lyons otra forma de censura más, ya que recientes estudios afirman que la censura es un acto realizado por instituciones oficiales o grupos sociales dominantes. Esta definición defiende que la censura es una “red de relaciones de fuerza”, en lugar de “un acto prohibitivo por parte de una simple institución”. Esta presión ejercida provoca la autocensura por parte de la industria de su propio producto.
Ejes estructurales y grado de universalidad
Existe universalidad en esta película, y esta universalidad responde a los impulsos humanos más básicos y comunes a toda la especie, tales como el sexo o la violencia:
En los humanos el sexo es tan complejo como su propia mente, por lo que si ésta no funciona correctamente el impulso sexual puede llevar a cometer actos más o menos atroces, como puede ser la violación, la pederastia, etc. En este caso el protagonista padece un trastorno mental que, en última instancia, le conduce a asesinar. Por otra parte, el impulso violento de los humanos tiene su origen antropológico en el instinto de supervivencia (uso de la violencia para cazar y alimentarse, o para preservar la seguridad de su familia). Cuando se combinan los dos en un malfuncionamiento del cerebro puede dar lugar a un asesino como el protagonista de Vestida para matar.
El Dr. Robert Elliot padece un transtorno de doble personalidad: por un lado es un psiquiatra de prestigio, muy profesional, y por el otro, un travesti heterosexual con impulsos homicidas. Éstos se despiertan cuando el lado “correcto” del doctor se excita.
El grado de universalidad de los impulsos citados (sexo y violencia) es indudable, aunque quizás podría pensarse que los trastornos mentales del tipo que padece el protagonista tan sólo son propios de nuestra sociedad occidental. Al respecto cabe un debate más propio de sociólogos o antropólogos que de estudiantes de Comunicación. Por ello nos quedamos con el grado de universalidad que supone los instintos más básicos del ser humano y del resto de animales.
El simbolismo que plantea la película es muy pobre. El género de suspense no es muy propenso a contener símbolos que se puedan extraer de sus personajes o tramas. Este tipo de películas quizás pueda iniciar, como mucho, un debate como el propuesto un párrafo más arriba: ¿Es propio de nuestra sociedad occidental este tipo de personalidades atormentadas? ¿Es la psicología una ciencia propia de nuestra cultura porque somos los únicos en el mundo que la necesitamos? Tan sólo planteo preguntas porque, como ya dije, es un debate que podría darse entre sociólogos o antropólogos, pero que no está al alcance de estudiantes de comunicación.
La ética y los valores representados en la película son difusos o, quizás, inexistentes ya que, aunque se muestran comportamientos que luego son castigados, también hay otros tantos que no tienen repercusión, por lo que no podemos intuir un código ético que rija la película. Por ejemplo: la Sra. Miller comete una infidelidad por la que es castigada doblemente, por una parte contrae una enfermedad venérea y, por otra, es seguidamente asesinada. Sin embargo esta infidelidad está justificada en la película porque somos testigos de la insatisfacción sexual que padece el personaje. No vemos coherente éticamente que se castigue una actitud que vemos perfectamente justificada en la película. Otro ejemplo es el papel de la Srta. Blake, una prostituta de lujo, víctima también del asesino, aunque no consumada y, sin embargo, es la heroína del relato. A pesar de que su moral no es la más ortodoxa, es la que acaba con el asesino. Su testimonio es definitivo para identificarlo ante la policía, además de que se enfrenta con él en la escena final de la película, cuando es definitivamente capturado. Es una heroína que se dedica a la prostitución, además de mostrarse ambiciosa con el dinero.
Valoración narrativa
Para realizar una valoración honesta de la película se debe señalar un inconveniente por el cual el resultado final no deja completamente satisfecho al espectador: este inconveniente es el extraordinario parecido de la película con Psicosis, de Hitchcock, cuyo argumento es similar, incluso en aspectos estructurales de la trama. Un ejemplo es el personaje de Kate Miller, el cual es desarrollado incluso con cierta profundidad, sin embargo desaparece a la media hora de película, tal y como le sucede al personaje encarnado por Janet Leigh en Psicosis, cuya muerte desencadena la trama.
Otro aspecto parecido a Psicosis es el tema de la doble personalidad, el travestismo y el voyeurismo.
Si obviamos esas referencias hitchcockianas, se podría considerar el guión impactante, con unos personajes muy ricos y un tratamiento formal de estética muy bella, y cuenta con una narrativa original, con recursos que han diferenciado a De Palma de otros coetáneos suyos: como la pantalla partida, por ejemplo.
La duda nos asalta cuando pensamos hasta qué punto es original la película al tener tanto paralelismo con la obra de Hitchcock. Estos continuos homenajes ¿sirven para enriquecer la película, o tan sólo da la sensación al espectador de haberlo visto antes? Quizás la respuesta la tenga cada espectador, que sacará sus propios conclusiones al ver la película.
Por otra parte, la película no requiere un nivel de atención o conocimientos excesivamente altos al espectador, ya que el argumento resulta bastante sencillo, obviando la complejidad psicológica de los personajes, sobre todo del Dr. Elliott. A pesar de la complejidad de ciertos aspectos de la trama, que pueden no quedar claros en un simple visionado de la película, De Palma hace un esfuerzo por explicarlos mediante diálogos de los personajes. Un ejemplo es la escena en la que el Dr. Levy explica la patología que padece el asesino, ya que ésta puede no ser fácilmente entendible por el espectador medio.
Los personajes no obedecen estrictamente a estereotipos ni maniqueísmos, ya que son, por lo general, bastante complejos psicológicamente. Por ejemplo, el personaje de Liz Blake, aunque es una prostituta y tiene rasgos de la femme fatale típica del cine negro, también es la heroína del relato, una mujer valiente que se enfrenta en varias ocasiones al asesino, pero que también demuestra actitudes ambiciosas y demás rasgos que la hacen única y no permite al espectador identificarse completamente con ella, debido a la complejidad de su personalidad. Lo que ocurre con este personaje también pasa con el resto: todos tienen una personalidad híbrida que los hace únicos, y que no obedecen a estereotipos marcados ni maniqueísmos. Otro ejemplo puede ser el del jefe de policía, chulesco y antipático al principio, pero que demuestra una integridad profesional atípica en el estereotipo de “poli malo”.
Tampoco encontramos un maniqueísmo claro en las situaciones que nos presentan en la película: por ejemplo, el asesinato de la Sra. Miller, aunque es un acto atroz, tiene la atenuante de que el asesino no es más que un enfermo mental. En la escena del museo el director nos crea una tensión impropia para lo que en realidad se cuenta que tan sólo es un juego de seducción entre la Sra. Miller y su futuro amante.
La visión que el espectador posee de los personajes se ve reforzada en cierto modo por el entorno en el que se mueven. Así por ejemplo, el apartamento de la Sta. Blake, da a entender que es una prostituta de lujo. Otra muestra de esto es la habitación de Peter Miller, que muestra rasgos muy relevantes de la personalidad de este.
Además podríamos decir que en la historia se utilizan escenarios que aportan sentido a la trama y refuerzan la situación. Como ejemplo tenemos la persecución en el metro, que resulta especialmente agobiante y claustrofóbica.
Valoración formal
El tratamiento formal está muy conseguido, y como thriller funciona muy bien, ya que crea tensión en el espectador hasta el último minuto, ya que Brian De Palma, desde muy pronto se ha especializado en la realización de películas de suspense. El aspecto psicológico de la película está muy bien conseguido, ya que durante el desarrollo de la película el espectador es capaz de conocer todos los entresijos psicológicos de cada personaje y, sobre todo, del protagonista, pese a la complejidad que supone el transtorno de doble personalidad. Cabe recordar que, además, una de las dos personalidades del asesino es transexual, mientras que la otra, la del doctor respetable, es perfectamente heterosexual y cuerda. La película no incluye elementos fantásticos, por lo que el espectador se implica mejor en la trama, a pesar de que una de las características del personaje de Peter Miller es su capacidad para inventar artilugios, éstos son creíbles. No se acercan a lo fantástico.
El montaje crea un sentido y un ritmo acorde con el tono de la película, además impregna de suspense todo el relato, atrapando al espectador. Además añade una nota estética que hace seguir la película con cierto agrado e interés. La inspiración es estética en muchos minutos de la película. Aunque ciertas escenas no tienen alardes estéticos, el conjunto del film sí que está realizado con un claro propósito estético.
Valoración temática
Se puede considerar que el tema principal es el sexo y muchas variantes, algunas patológicas, que están incluidas en ese tema tan general. Algunos puntos de la temática pueden considerarse escabrosos, como la insatisfacción sexual y la consecuente infidelidad, la asociación de la transexualidad al asesinato, la promiscuidad o el voyeurismo, por lo que se crea una sensación de incomodidad al espectador, sobre todo en el año 1980. Esta sensación se conjuga con la tensión propia del género thriller, creando una atmósfera turbadora que enriquece la película.
Muchas protestas fueron vertidas sobre la película por parte de varias asociaciones feministas, considerándola, en ocasiones, una “obra maestra de la misoginia”. Después de haberlo pensado y debatido bastante llegamos a la conclusión de que la película asocia valores negativos a sus personajes femeninos, como por ejemplo el “castigo” que recibe la Sra. Miller por su infidelidad (contrae una enfermedad venérea y seguidamente es asesinada). Sin embargo, hay otros personajes femeninos, como una agente de policía y la otra protagonista del film, la Srta. Blake, gracias a los cuales se atrapa al asesino. Podemos decir que ciertos valores negativos hacia lo femenino son compensados con otros valores positivos. De todas formas creemos que hay motivos suficientes para abrir debate. A favor de Brian De Palma debemos decir que su amplia formación, sus conocimientos artísticos y valores progresistas nos hace pensar que quizás, al realizar la película, no tuvo la intención de denigrar a la mujer tal y como creen esas asociaciones feministas a las que hicimos referencia.
Valoración global
La película contiene unos valores estéticos y una temática muy interesantes, y además la trama se lleva bien, atrapando al espectador hasta el último minuto. Sin embargo, existen otros aspectos que no creemos que estén a la altura. Por citar algunas: la escasa iluminación de la película no contribuye a crear una atmósfera de suspense, sino que, simplemente, incomoda al espectador; en general, las escenas donde homenajea a Hitchcock son muy cuidadas, sin embargo, fuera de esos homenajes el rodaje se ve muy funcional, poco original o bello.
Hasta aquí el análisis de la película, del cual yo destacaría su temática y, sobre todo, la fijación de De Palma por emular, homenajear, o lo que se quiera decir, a Hitchcock. Y ahí lanzo una pregunta al aire de muy difícil respuesta: ¿Este tipo de homenajes realmente tienen algún mérito o valor cinematográfico? Yo estoy por decir que sí, ahí tienen a Tarantino, un director manierista que tanto nos hace vibrar. Sin embargo, ¿dónde está el límite entre el homenaje y el plagio? ¿Cómo distinguir el sello propio de un director cuando su obra es prácticamente una amalgama de imágenes ya vistas en otras cinematografías? La reflexión y el debate están servidos.